LOURDES (MASSABIEUE) - FRANCIA - 1858
Bemardette Soubirous nació en 1844...
La miseria se ceba en los Soubirous. En mayo de 1856 no pueden pagar el escaso alquiler y esta vez se encuentran "en la calle". Un primo suyo, Sajous, se compadece de ellos, dispone en su casa de un local de 4.40 mts por 4 mts.
Tugurio infecto y oscuro "antiguo calabozo de la cárcel que abandonó la policía por falta de higiene". Se lo ofrecen a los Soubirous, que se amontonan como pueden... En medio de esta miseria brilla una luz; en la mazmorra rezan por la tarde en común, van a misa. Francisco y Luisa rezan el Rosario y enseñan a rezarlo a los hijos. Bernardita tiene el suyo, por lo menos desde 1856, María Lagües "La nodriza", pide a los Soubirous que le dejen a Bernardita para cuidar a su hijito Juan y guardar su rebaño. Bartrés supone aire puro, comida algo mejor y más segura, pero no había escuela para aprender a leer y a escribir, no había catecismo, salvo algunas breves explicaciones hechas por María Lagües, después de cenar y Bernardita desea hacer la Primera Comunión.
Primera Aparición, jueves 11 de febrero de 1858
"La primera vez que fui a la gruta, era jueves 11 de febrero de 1858. Iba a recoger leña con otras dos niñas (Toñita, su hermana y Juana Abadie, por sobrenombre Baloum). Al llegar al molino (de Savy), pregunté a las dos pequeñas si querían ver el sitio donde el agua del molino se juntaba al Gave. Me respondieron que sí. Desde ahí seguimos al canal. Llegadas allí (al pie de la roca de Massabielle) nos encontramos delante de una gruta.
No pudiendo seguir adelante, mis dos compañeras se dispusieron a atravesar el agua que se hallaba delante de la gruta y así me encontré sola en el otro lado. Después de pasar el agua se echaron a llorar. Les pregunté por qué lloraban. Me respondieron que el agua estaba muy fría. Les pedí que me ayudaran a echar una piedraen al agua para pasar sin descalzarnos. Me contestaron que hiciera como ellas. Entonces me fui algo más lejano a ver si podía pasar sin descalzar, pero no era posible. Volví delante de la gruta y empecé a descalzarme.
Me quité la primera media y al punto oí un ruido como de una ráfaga de viento. Entonces volví la cabeza del lado del prado, vi que los árboles no se movían y seguí descalzándome. Oí otra vez el mismo ruido y, al levantar la cabeza mirando a la gruta vi a una Señora toda vestida de blanco, con un cinturón azul y en cada pie una rosa amarilla del color de la cadena de su rosario; las cuentas de éste eran blancas.
La Señora con el dedo hizo señas de que me acercase a ella, pero quedé sobrecogida y no me atreví. Creyendo estar frente a una ilusión, me restregué los ojos, pero en vano: seguía mirando y seguía viendo a la misma Señora. Entonces metí la mano en el bolsillo y saqué el rosario. Quise hacer la señal de la cruz pero inútilmente, no pude llevar mi mano a la frente, se me cayó. Entonces la emoción subió de punto pero no me marché.
La Señora tomó el rosario que tenía entre sus manos e hizo la señal de la cruz. Entonces me desapareció el miedo. Cogí otra vez el rosario y pude hacer la señal de la cruz, desde ese momento quedé del todo tranquila, me arrodillé y recé el Rosario, teniendo siempre ante los ojos a esa Señora. La visión pasaba las cuentas de su rosario entre sus dedos, pero sin mover los labios.
Después de terminar el Rosario, la Señora me hizo señas para que me acercara, pero no me atreví y seguí quieta en el mismo sitio. Entonces de repente desapareció. Me quité la otra media para atravesar la poca agua que había delante de la gruta y unirme a mis compañeras; después nos retiramos.
Por el camino pregunté a mis compañeras si habían visto algo. Me respondieron que no. ¿Y tú has visto algo? No, no, si no habéis visto nada, yo tampoco. Creía haberme engañado. Pero al retiramos, por todo el camino me preguntaban qué había visto y yo no quería decírselos. Viendo como seguían insistiendo, opté por decírselo pero con la condición de que no dijeran nada a nadie. Prometieron guardar secreto. Añadieron que no debíamos volver ni yo, ni ellas, creyendo que se trataba de alguna que quería hacemos daño. Les dije que no había tal. Apenas llegaron a casa, les faltó tiempo para decir que yo había visto una Señora vestida de blanco. Y eso es lo que sucedió la primera vez.
Domingo 14 de febrero de 1858
"La segunda vez fue el domingo siguiente. Volví porque me sentía movida interiormente. Mi madre me lo había prohibido. Después de la misa mayor, las otras dos niñas y yo, fuimos otra vez a pedir permiso a mi madre. Ella no quería y me decía que temía me cayera al agua y que no volvería a tiempo a asistir a vísperas. Le prometí que sí, entonces me dejó ir.
Fui a la parroquia por un frasco de agua bendita para echarle a la visión, si aparecía otra vez en la gruta. Llegadas allí, cogimos cada una el rosario y nos pusimos de rodillas para rezarlo. Apenas terminado el primer misterio, vi a la Señora y entonces me puse a echarle agua bendita diciéndole al mismo tiempo que se quedara si venía de parte de Dios y si no, que se fuera.
Ella empezó a sonreír inclinándose y cuando más la rociaba, más inclinaba la cabeza y más señales le veía hacer.
Entonces sobrecogida de espanto, empecé a rociarle a toda prisa hasta que la botella quedó vacía. Entonces seguí rezando el Rosario y desapareció retirándonos nosotras para ir a vísperas. Y esa fue la segunda aparición".
Jueves 18 de febrero de 1858
"La tercera vez fue el jueves siguiente y sólo entonces me habló por primera vez. Fui a la gruta con algunas personas mayores que me aconsejaron llevar papel y tinta y le suplicara que si tenía algo que decir, hiciera el favor de escribirlo.
Eso mismo dije a la Señora. Ella empezó a sonreír y me dijo que lo que tenía que decir no era necesario escribirlo, pero que le hiciera el favor de acudir durante quince días. Yo le respondí que sí. Me dijo también que no me prometía hacerme feliz en este mundo sino en el otro".
La quincena del 18 de febrero al 4 de marzo de 1858
"Volví durante quince días. La visión se manifestó todos los días, excepto un lunes y un viernes. Varias veces me repitió que tenía que decir a los sacerdotes que debían edificar una capilla y que fuera yo a lavarme a la fuente y que tenía yo que rogar por los pecadores.
En el espacio de esos quince días, me confió tres secretos con prohibición de decírselos a nadie. He sido fiel hasta ahora".
25 de febrero
"La Señora me dijo que debía ir a beber a la fuente y lavarme. No viendo ninguna, fui a beber al Gave. Me dijo que no era allí y con el dedo me hizo señas que fuera donde la roca. Así lo hice y encontré un poco de agua lodosa y en tan pequeña cantidad, que apenas pude recoger algo en el hueco de la mano. No obstante obedecí y me puse a escarbar; luego logré sacar un poco. Por tres veces la tiré, tan sucia estaba, y a la cuarta pude beber. Me mandó también a comer una hierba que estaba en el mismo sitio donde fui a beber, sólo una vez, ignoro por qué.
La tercera vez fui a casa del Sr. párroco a decirle que había ordenado una Señora decir a los sacerdotes que construyeran allí una capilla. Él se me quedó mirando un momento y a continuación me dijo con tono poco agradable: "¿Y quién es esa Señora?" Le respondí que no lo sabía. Y entonces me encargó que le preguntara su nombre y que volviera a decírselo. Al día siguiente, llegada a la gruta y después de rezar el Rosario, le pregunté su nombre de parte del Sr. párroco, pero ella se limitó a sonreír. A la vuelta fui al Sr. párroco a decirle que había cumplido su encargo, pero que su única respuesta se reducía a una sonrisa. Entonces me dijo, que se burlaba de mí y que mejor haría en no volver, pero yo no podía menos que ir.
Acudí durante quince días y cada vez le preguntaba quién era, cosa que le hacía siempre sonreír. Después de los quince días, se lo pregunté tres veces seguidas y ella siguió sonriendo. Por fin me aventuré por cuarta vez y ella, con los brazos inclinados al suelo, levantó su mirada al cielo y me dijo entonces, juntando las manos a la altura del pecho: "Yo soy la Inmaculada Concepción". Estas fueron las últimas que me dirigió. Entonces volví a casa del Sr. cura y le conté que me había dicho: "Yo soy la Inmaculada Concepción". El me preguntó si estaba cierta y yo le respondí que sí, y que en todo el camino había estado repitiendo esta palabra para no olvidarla".
Miércoles 7 de abril de 1858
"Décima séptima aparición. El Dr. Dozous, viene "como hombre de ciencia" a controlar médicamente el comportamiento de Bernardita durante el éxtasis. Sus esperanzas quedan sobradamente satisfechas: "la llama de un gran cirio arde entre las manos de Bernardita y lame sus dedos durante varios minutos sin que parezca sentir la quemadura", terminado el éxtasis, Dozous examina sus manitas: "no queda huella", termina diciendo. De Massabielle vuelve convertido: "Ahora creo".
Jueves 3 de julio
"El Alcalde de Lourdes ordena cerrar la gruta por decisión del Prefecto... Se levantan barreras, se demuelen, se reconstruyen, desaparecen de nuevo para levantarse otra vez y así sucesivamente".
Viernes 16 de julio
"Por la tarde la fiesta de nuestra Señora del Carmen, Bernardita siente la llamada interior... El acceso a la gruta es imposible. Acompañada de su tía Lucila, Bernardita sube a la otra orilla del Gave. Éxtasis silencioso. "Me parecía estar en la gruta, a igual distancia que las otras veces y no veía más que a la Virgen".
El 18 de enero de 1862, tras minuciosas investigaciones Monseñor Lausenes "daba su juicio sobre la aparición en la gruta de Lourdes... "He aquí el pasaje central: "El testimonio de la joven ofrece todas las garantías que podemos desear. Y ante todo su sinceridad no puede ponerse en duda.(...) Pero aunque Bernardita no quiso engañar, ¿no se engañó tal vez a sí misma? ¿No fue acaso víctima de alguna alucinación? ¡ Imposible creerlo!(...) No se observó en la joven ni desorden intelectual, ni alteración de los sentidos, ni rareza de carácter, ni afección morbosa que haya podido predisponerla a invenciones imaginarias. Ella vio, no una vez sino hasta 18 veces(...) juzgamos que María Inmaculada, Madre de Dios, apareció realmente a Bernardita Soubirous, el 11 de febrero de 1858 y días siguientes en número de diez y ocho veces, que dicha aparición reviste los caracteres de verdad y que los fieles tienen fundamento para creer que es cierta".
Los secretos de Massabielle
De los testimonios previos de Bernardita se deduce que la santísima Virgen le enseñó en Massabielle una oración secreta y le confió tres secretos. De esta oración y de estos tres secretos nada se ha traslucido; es, por tanto, inútil imaginar hipótesis sobre su contenido, pero puede ser útil presentarlos dentro de su contexto exacto.
1. Oración secreta.
Es una oración personal que la Virgen enseñó a Bernardita "literalmente" y que Bernardita repitió "en todas las apariciones" y aun tal vez "todos los días de su vida"(...) Una cosa parece cierta: que la oración precedió a los secretos.
2. Los tres secretos.
Lo que sabemos se reducen a esto: los secretos interesan sólo a Bernardita y "no son nada terribles"; no conciernen ni a la Iglesia, ni a Francia, fueron dichos en varios días distintos".(...)
3. Puntos comunes entre oración y secretos:
a) La Virgen prohibió varias veces a Bernardita confiárselos a nadie.
b) Bernardita fue siempre del todo fiel a esta consigna de la Virgen.
c) Oración y secretos fueron dichos por la Virgen en dialecto (patois).
CONCLUSION:
¿Qué oración secreta y secretos no afectan al mensaje, sino únicamente a la mensajera? Su sentido es, por tanto, ayudarla, hacerla crecer en la fe y en la caridad, confortarla y guiarla.
Bernardita murió el 16 de abril de 1879.
(Cf. "Bernardita Soubirous, la santa de la miseria y de la luz" por André Ranier, S.J. Nouvelle Libraire de France).